martes, 25 de septiembre de 2012

Sombras

No existe luz sin sombra, tal como no existe dicha sin dolor.


La sombra equivale a magia, a los sueños, al subconsciente, a la muerte, al más allá, al alma, al espíritu. Sus formas inestables y siempre cambiantes son una invitación al juego imaginativo y creativo, una constante estimulación de la fantasía.




La sombra, a caballo entre lo real y lo ficticio, entre el ser y el no ser, a medio camino entre lo mágico y lo religioso, suponen la imagen más palpable del mundo de lo abstracto, del mundo de las ideas, de aquello que trasciende lo que nuestros sentidos perciben. 


domingo, 16 de septiembre de 2012

Satan Dealers


Como la luz de esta vida
y brisa amarga del mañana,
te vas a desnudar
de lo que más te pesará






 Tus ojos volarán tranquilos
    dejando atrás el pasado
    el polvo morderás
    y en el cielo suspirarás.






Y me harás gritar
Y me harás reír
Y me harás cantar así

Te apartarán por dar los pasos
aunque sean los acertados
Tu voz arrancará
la espina del paladar






Tus ojos  morarán tranquilos
dejando atrás el pasado
El polvo morderás
y en el cielo suspirarás
Romperás en carcajadas
Y me harás gritar
Y me harás reír
Y me harás cantar así


Y me harás cantar así

(La espina en el paladar)



miércoles, 12 de septiembre de 2012

Las ciudades invisibles

 Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte la Ciudad de Zaira de los altos bastiones. Podría decirte de cuantos peldaños son sus calles en escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de Zinc cubren los techos; pero sé ya que sería como no decirte nada. No está hecha de esto la ciudad, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia al suelo de un farol y los pies colgantes de un usurpador ahorcado; el hilo tendido desde el farol hasta la barandilla de enfrente y las guirnaldas que empavesan el recorrido del cortejo nupcial de la reina; la altura de aquella barandilla y el salto del adúltero que se descuelga de ella al alba; la inclinación de una canaleta y el gato que la recorre majestuosamente para colarse por la misma ventana; la línea de tiro de la cañonera que aparece de improviso desde detrás del cabo y la bomba que destruye la canaleta; los rasgones de las redes de pescar y los tres viejos que sentados en el muelle para remendar las redes se cuentan por centésima vez la historia de la cañonera del usurpador, de quien se dice que era un hijo adulterino de la reina, abandonado en pañales allí en el muelle.


En esta ola de recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descripción de Zaira como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos. (Italo Calvino)



 


domingo, 9 de septiembre de 2012

Puente hacia el infinito

Somos el puente hacia el infinito, arqueado sobre el mar, buscando aventuras para nuestro placer, viviendo misterios, eligiendo desastres, triunfos, desafíos, apuestas imposibles, sometiéndonos a prueba una y otra vez aprendiendo el amor. (Richard Bach)





martes, 4 de septiembre de 2012

Penélope


Ésta te la manda tu Penélope, insensible Ulises, pero nada de contestar: ¡Vuelve tú en persona!

Ha caído Troya.

Hay ojalá al acercarse el barco a las costas Lacedomonias se hubiese ahogado el adúltero en una furiosa tempestad! No me habría quedado postrada y fría en la cama que dejaste, ni me quejaría de lo lento que pasan los días, aquí, abandonada, ni el paño que cuelga del telar habría cansado mis manos de viuda intentando engañar las largas horas de la noche ¿Cuando no he tenido peligros más grandes que los verdaderos? El amor es cosa llena de angustias y de miedos.


Me imaginaba a violentos troyanos dispuestos para atacarte y sólo de oír el nombre de Héctor me ponía pálida, o sí alguien contaba que Héctor había vencido a Antíloco, Antíloco era la causa de mis miedos; o si era que el hijo de Menecio había caído victima de equivocadas armas, lloraba de pensar que había podido salir mal la treta. Que la sangre de Tlepólomo había dado su calor a la lanza de licio; con la muerte de Tlepólemo se me renovaba la angustia. En una palabra cada vez que asesinaban a alguno del ejército aqueo, el corazón de enamorada se me helaba en el pecho.


Pero el Dios ha sido justo y buen guardián de mi casto amor: Troya se ha convertido en cenizas, y mi marido está a salvo.